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A DIESTRA... Pues los de la Red Cruzada por la Familia se salieron con la suya —al menos por ahora—, porque el Poder Judicial Federal les concedió una suspensión definitiva para no entregar sus datos biométricos en la nueva CURP. Sí, esos 15 afortunados no tendrán que poner ni su huella ni su foto ni su iris en la base de datos nacional. José Medrano y Francisco Valenzuela, los cabecillas del movimiento, dicen que esto no es berrinche, sino defensa de la privacidad, y que la CURP biométrica es más peligrosa que un ex con acceso a tus redes sociales. Según ellos, el gobierno quiere tenerlo todo: ubicación, salud, telecomunicaciones y hasta el tipo de sangre, “por seguridad”, claro. Así que este amparo se volvió el primer frenón legal al proyecto del “gran ojo que todo lo ve”. A este paso, parece que la única biometría que se va a usar… será la de los políticos midiendo qué tanto les rebotó el golpe.
Y SINIESTRA...Pues mire nomás cómo da vueltas la vida: César Duarte, aquel exgobernador que traía encima más demandas que el WhatsApp en hora pico, ahora resulta que fue reconocido como víctima por la CEDH. Sí, leyó bien. La Comisión Estatal de Derechos Humanos determinó que la Agencia Estatal de Investigación y la Secretaría de Seguridad Pública lo tenían más vigilado que cajero automático en quincena, con rondines, cámaras y hasta vehículos sin placas rondando su casa, todo sin orden judicial. Alejandro Carrasco Talavera, de la CEDH, explicó que se violaron sus derechos a la privacidad y la legalidad, y por eso ordenaron que le den atención física y psicológica, además de inscribirlo en el Registro Estatal de Víctimas. Las autoridades, claro, dicen que no es espionaje, que todo era por “seguridad pública”, pero la comisión ya les tumbó el argumento. Así que, de acusado a protegido, Duarte se anota otro giro de guion digno de telenovela judicial.
AL CENTRO... Pues Gilberto Loya no se anduvo con rodeos y salió a apagar el fuego con cubetazo en mano: negó tajantemente que su Secretaría de Seguridad haya estado espiando a César Duarte. “Ni tenemos tiempo ni gadgets para eso”, vino a decir entre líneas, mientras aclaraba que las torres, cámaras y drones son para cuidar a la gente, no para andar de Big Brother político. Eso sí, con diplomacia de funcionario experimentado, anunció que abrirán una carpetita interna “nomás para revisar”, pero sin admitir ni media culpa. Aseguró que el trabajo de la Policía Estatal habla por sí mismo y que sería absurdo tirar por la borda todo el esfuerzo de seguridad por chismes de espionaje. En resumen: Loya dice que no vigilan exgobernadores, solo a los malos… aunque últimamente parece que a veces es difícil distinguir quién es quién.
A DIESTRA I... Si las miradas mataran, Miguel Riggs ya estaría en el bote, porque vaya cara que traía al ofrecer su “disculpa pública” a la síndica Olivia Franco. Más forzado que zapato nuevo, el regidor de Morena tuvo que acatar la resolución del Tribunal Estatal Electoral y soltar unas palabras que sonaron más a trámite que a arrepentimiento. Según él, no fue su intención ejercer violencia política de género —nomás se le salió, digamos— y prometió portarse bien, respetar a las mujeres y promover la igualdad. Pero el gesto lo delató: aquello olía a disculpa por obligación, no por convicción. En resumen, Riggs dijo “perdón” con la boca chica y el ceño fruncido… como quien pide disculpas pero sigue pensando que tenía razón.
Y SINIESTRA I... Pues mientras medio país estaba viendo si la Selección ganaba o perdía, en el Senado se echaron una reforma que va a dar de qué hablar: la de la Ley de Amparo. Con 83 votos a favor y 38 en contra, los senadores le dieron luz verde a los cambios y ya mandaron la minuta al Ejecutivo para su promulgación. El detalle —porque siempre hay uno— es ese artículo transitorio que dice que los juicios en curso seguirán igual, pero las nuevas reglas aplicarán en lo que siga... y ahí fue donde la oposición brincó, porque huele a retroactividad disfrazada. El ministro en retiro Arturo Zaldívar quiso calmar las aguas asegurando que no, que no se tocará lo que ya se resolvió, pero los malpensados dicen que la redacción deja espacio para interpretaciones “a modo”. Así que mientras unos festejan el avance y otros afinan el amparo del amparo, el tema apenas se cocina para otro pleitazo jurídico de esos que acaban en la Suprema Corte... o en el café de los abogados, según quién lo cuente.





