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Fallece José “Pepe” Mujica, el expresidente uruguayo que revolucionó la política con humildad y coherencia

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Montevideo.- – José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay y figura emblemática de la política latinoamericana, falleció este martes a los 89 años, tras una larga lucha contra el cáncer. Considerado por muchos como el jefe de Estado más humilde del mundo, Mujica deja un legado profundamente marcado por la austeridad, la honestidad y el compromiso con los más desfavorecidos.


Nacido el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, Mujica inició su activismo político desde joven, participando primero en el movimiento tupamaro, lo que lo llevó a ser encarcelado en condiciones extremas durante la dictadura militar. Sobrevivió a múltiples atentados, pasó más de una década en prisión —siete de ellos sin acceso a libros ni luz—, y salió en libertad con la restauración de la democracia en 1985.


Lejos de alimentar rencores, eligió el camino institucional y democrático. Fundó el Movimiento de Participación Popular, fue electo senador y luego ministro de Ganadería. En 2010, llegó a la Presidencia de Uruguay bajo la bandera del Frente Amplio.


Su gestión fue tan sobria como disruptiva: vivió en su modesta chacra en lugar de la residencia oficial, donó la mayor parte de su salario y gobernó con una sencillez que desentonaba con los estándares del poder. Legalizó el matrimonio igualitario, el aborto y la marihuana, mientras impulsaba la justicia social, la transición energética y una economía solidaria.


Mujica nunca fue dogmático. Defensor del socialismo democrático, condenó tanto las dictaduras de derecha como los excesos autoritarios de gobiernos de izquierda. Su estilo directo y su autenticidad le valieron admiración incluso entre adversarios ideológicos.


En la arena internacional, tuvo un rol clave en los diálogos de paz en Colombia y conmovió al mundo con su famoso discurso en la ONU en 2013, en el que criticó el consumismo desenfrenado y defendió una vida más sencilla y libre.


“Pobre no es el que tiene poco, sino el que necesita mucho”, solía decir. Frases como esa no eran eslóganes, sino la síntesis de una vida coherente entre el decir y el hacer.


José Mujica se va dejando atrás una huella imborrable. En tiempos de crisis de credibilidad, su figura se alza como símbolo de integridad y esperanza. El mundo pierde a un político atípico, un hombre que creyó en el poder como herramienta de servicio, y no de privilegio.

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