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Irene Mekel, una mujer de 82 años, busca anticiparse al Alzheimer con una solicitud de muerte asistida en los Países Bajos

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Irene Mekel, residente en Castricum, un pintoresco pueblo neerlandés junto al mar, se enfrenta a la devastadora realidad de un diagnóstico de Alzheimer. A pesar de la tranquilidad de su entorno y el apoyo de su familia, Irene sabe que el futuro le traerá una pérdida gradual de su función cognitiva, y con ello, la posibilidad de una vida de dependencia que considera intolerable. Consciente de su destino, la mujer de 82 años ha solicitado la eutanasia, una opción permitida en los Países Bajos para quienes sufren de enfermedades avanzadas o terminales.


Hace un año, Irene recibió el diagnóstico de Alzheimer. Con su experiencia como enfermera,

entendió rápidamente el proceso de deterioro cognitivo y emocional que la espera. Con la ayuda de su familia, se las arregla por ahora, pero sabe que este apoyo será insuficiente en el futuro. A su avanzada edad, y después de haber cuidado de su hermana con demencia, Irene se niega a vivir en una residencia, y aunque le gusta su vida, no está dispuesta a vivirla de manera que le haga perder su autonomía.


En los Países Bajos, donde la muerte médicamente asistida es legal, Irene tiene el derecho de solicitar la intervención de un médico si su sufrimiento se vuelve insoportable. A través de un taller organizado por la Asociación Neerlandesa para el Final Voluntario de la Vida, Irene redactó un documento de solicitud anticipada para expresar sus deseos. En él, detalló las condiciones bajo las cuales desearía que se pusiera fin a su vida: cuando ya no pueda reconocer a sus seres queridos o vivir en su propia casa.


Aunque su médico de cabecera está de acuerdo con la eutanasia en principio, se negó a llevarla a cabo, argumentando que no podía realizar el procedimiento si la paciente ha perdido la capacidad de consentir. Esto la llevó a ser derivada al Centro de Expertos en Eutanasia, en La


Haya, que se especializa en la práctica de la eutanasia en personas que cumplen con los requisitos legales. Sin embargo, incluso los médicos del centro son reacios a proceder en casos donde la capacidad cognitiva de la persona se ha perdido completamente.


Los Países Bajos son uno de los pocos lugares donde se permite la eutanasia en personas con demencia, aunque la mayoría de los médicos evitan este tipo de prácticas debido a las dificultades éticas de actuar cuando el paciente ya no puede expresar su voluntad. Irene, por su parte, enfrenta la angustia de la incertidumbre, ya que no sabe con certeza cuándo llegará el momento en que perderá su capacidad para decidir, pero desea tener el control sobre cómo terminará su vida.


Este debate plantea un dilema ético complicado, no solo en los Países Bajos, sino en muchas naciones donde la eutanasia es un tema candente. Mientras algunos defienden el derecho a una muerte digna, otros cuestionan la legitimidad de realizarla cuando la persona ya no puede comunicar su voluntad. En todo caso, la situación de Irene refleja la difícil realidad de quienes enfrentan enfermedades.

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