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Drama migratorio: Deportados desconocen si volverán a ver a sus hijos

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  • hace 2 días
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Chiapas.– La historia de Omar García Reyes, originario de Chiapas, retrata la dolorosa realidad de miles de padres migrantes indocumentados en Estados Unidos. Desde hace siete años, Omar ha sido padre y madre para su hija nacida en Austin, Texas. Sin embargo, todo cambió hace unas semanas cuando fue detenido por agentes migratorios al salir de un Walmart donde compraba material de construcción para su trabajo.


Omar fue aprehendido justo frente a su casa, sin que los oficiales se detuvieran a considerar que su hija —ciudadana estadounidense— presenciaba la escena. Desde entonces, el hombre que se encargaba de prepararle el desayuno, llevarla a la escuela, ayudarle con la tarea y proveer su sustento, vive deportado y sin recursos en Tapachula, en un cuarto prestado.


“Yo tenía la custodia total de la niña. Un juez me la otorgó porque su madre tenía problemas con alcohol y drogas”, relata Omar en entrevista telefónica. Ahora teme lo peor: que su hija entre al sistema de Foster Care en Estados Unidos y desaparezca para siempre en los engranajes de la burocracia.


Actualmente, más de 369 mil menores viven bajo este sistema de acogida temporal en Estados Unidos; 72 mil son latinos, de los cuales se estima que al menos 41 mil son de origen mexicano.


Si bien algunos padres pueden recuperar la custodia en ciertos casos, la deportación —como la que sufrió Omar— complica enormemente ese proceso.


Durante su detención, Omar no tuvo acceso a abogado, juicio ni traductor. Las autoridades migratorias le ofrecieron dos alternativas: entregar a la niña a una familia adoptiva o devolverla a su madre. Optó por lo segundo, no por confianza, sino por miedo a perder a su hija para siempre. “Ella me llama llorando, me pregunta cuándo voy a volver. No sé qué contestarle”, confiesa entre sollozos.


Omar ahora trabaja como mototaxista en Tapachula para sobrevivir, mientras intenta reunir dinero para llegar a la Ciudad de México y contactar a organizaciones como Otros Dreamers en Acción (ODA), que ayudan a deportados a luchar por sus hijos.


Pese a que el gobierno mexicano afirma contar con programas como México te abraza y centros de atención en la frontera, Omar dice no haber recibido ayuda alguna. “Me soltaron en Matamoros como si fuera basura”, relata. Tampoco recibió apoyo de su único familiar en Estados Unidos, un tío que le dio trabajo en el pasado y hoy lo ignora por completo.


La falta de coordinación entre autoridades mexicanas y estadounidenses, así como los recursos insuficientes en consulados y centros migratorios, hacen que casos como el de Omar queden a la deriva.


“Los niños son los más castigados”, alerta José Luis Gutiérrez, director de Casa Michoacán en Illinois. “Viven con ansiedad, miedo, y en riesgo de ser separados de sus familias de forma permanente”.


A pesar del panorama adverso, Omar no pierde la esperanza. “Solo quiero estar con mi hija. Es lo único que tengo”, dice con voz firme. Su historia es un llamado urgente a las autoridades para no seguir ignorando una crisis humanitaria que se cobra a diario los sueños y derechos de miles de familias.

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